En la vorágine de debates, estudios e intervenciones que han rodeado a la crisis ecológica global, parece que hemos perdido de vista la verdadera naturaleza del problema. Hemos sido desviados por una interpretación simplista que limita la crisis ecológica a una mera crisis climática y luego reduce esta crisis climática a un asunto de carbono.
Este enfoque limitado, aunque fructífero en ciertas áreas, es en última instancia insuficiente para abordar la magnitud y complejidad de la crisis que enfrentamos.
Una perspectiva superficial
Nuestro planeta es mucho más que una simple esfera en la que se libera o se retiene el dióxido de carbono. En realidad, la Tierra es un organismo viviente y dinámico, un sistema complejo de sistemas que coexisten y co-evolucionan en una simbiosis intrincada.
Su fisiología es igual de complicada que la de cualquier organismo, y su salud depende de la salud de todos y cada uno de sus órganos vitales: los bosques, los humedales, los pastizales, los estuarios, los arrecifes, los depredadores ápice, las especies clave, el suelo, los insectos y, de hecho, cada ecosistema intacto y cada especie en la tierra.
Sin embargo, nuestro enfoque reduccionista y nuestra voraz demanda de recursos han puesto en peligro la integridad de estos órganos vitales. Mediante la degradación, el drenaje, la tala, la intoxicación, la pavimentación y la matanza de estos componentes esenciales, estamos despojando a la Tierra de su capacidad para sobrevivir y prosperar.
Nuestro planeta está sufriendo una muerte de un millón de cortes, cada corte es un golpe a su capacidad para mantener la vida.
Estamos llevando a la Tierra a una muerte por fallo orgánico, y debemos recordar que este resultado es inevitable, independientemente de los niveles de gases de efecto invernadero.
Síntoma y enfermedad
Aquí es donde nos hemos equivocado en nuestra concepción de la crisis ecológica. Hemos confundido un síntoma, el calentamiento global con la enfermedad misma, el ecocidio. Nuestro planeta está muriendo, no solo calentándose.
La crisis que enfrentamos es, ante todo, el ecocidio: la aniquilación de los ecosistemas, la muerte de la vida en todas sus formas. Cuando destruimos el suelo y la vida vegetal, y todos los demás actores ecológicos que dependen de ellos, desencadenamos ciclos catastróficos de inundación y sequía, ciclos que a menudo atribuimos erróneamente al calentamiento global.
El calentamiento global es solo un aspecto de este ecocidio. Al centrarnos sólo en él, descuidamos el papel vital que desempeñan en nuestro planeta los complejos bucles de retroalimentación homeostática.
Interconectados
Estos bucles, que mantienen un delicado equilibrio entre todos los ecosistemas del planeta, están siendo desenredados por nuestras acciones. La pérdida del Amazonas puede desencadenar una sequía en Colorado, la desaparición de selvas tropicales en Borneo y Sumatra podría generar sequías en China, y la degradación del Congo puede resultar en inundaciones en Nigeria.
Todo en nuestro planeta está interconectado, todo se afecta mutuamente en una danza delicada y compleja de causas y efectos.
El término «ecocidio» puede sonar fuerte, pero es preciso. Estamos destruyendo la Tierra poco a poco, actuando con una indiferencia cruel hacia la salud y el bienestar de nuestros ecosistemas.
Los bosques son más que simples depósitos de carbono, los humedales son más que filtros de agua, y cada insecto, cada gusano de tierra, cada pájaro y cada mamífero juegan un papel fundamental en el mantenimiento de la salud planetaria.
Cuando eliminamos uno de estos elementos, desequilibramos el sistema en su conjunto, y las repercusiones de estos desequilibrios son devastadoras.
Estamos en medio de una crisis de extinciones masivas, con especies que desaparecen a un ritmo nunca antes visto en la historia humana. La desaparición de estas especies no solo es un golpe a la biodiversidad, sino también a los delicados equilibrios ecológicos que mantienen nuestra Tierra viva y saludable. Cada especie que desaparece es un órgano que falla, un hilo más en la trama de la vida que se rompe.
Soluciones holísticas
Al comprender la crisis ecológica como un problema de ecocidio, y no solo de calentamiento global, podemos comenzar a implementar soluciones más holísticas y efectivas.
Estas soluciones deben trascender la reducción de carbono y abordar la salud de nuestros ecosistemas en su totalidad. Necesitamos proteger nuestros bosques, restaurar nuestros humedales, revivir nuestros suelos y, sobre todo, valorar y preservar cada forma de vida en nuestro planeta.
La crisis del ecocidio es nuestra responsabilidad colectiva. Todos jugamos un papel, tanto en su creación como en su solución. Es una crisis que requiere nuestra atención y acción inmediatas. El tiempo se agota y la Tierra necesita nuestra ayuda para sanar.
No podemos seguir confundiendo los síntomas de la enfermedad con la enfermedad misma. El calentamiento global es una manifestación de una crisis mucho más profunda y arraigada.
Si queremos salvaguardar nuestro futuro, y el futuro de todas las especies que comparten este planeta con nosotros, debemos reconocer y abordar el ecocidio como la verdadera crisis que es. El futuro de nuestro planeta depende de ello.
Autor: Rosmel Rodriguez
Embajador de la UE para el Pacto Climático.